Siempre se ha sabido la relacion de la vitamina D con el sol y los huesos, quien no ha oído alguna vez la frase «Cuanto más morenitos os pongáis en verano, menos os constipareis en invierno». Creíamos hace unos años que solo tenían carencia de vitamina D los países que por su climatología disfrutaban de poco sol al año y observábamos la gran afluencia de turistas de los mismos a nuestro país incluso la intención de su retiro, cada día es más frecuente observar como este valor se añade en nuestras analíticas periódicas y es que se ha comprobado la carencia poblacional de vitamina D, desde la pandemia del covid-19 también se ha convertido en un elemento de controversia dada la propagación de contenidos en internet que la mencionan como un factor clave para la lucha de nuestro organismo contra la enfermedad, es notorio que el considerable aumento de personas que carecen de los niveles adecuados de esta vitamina en los últimos años surge justo después del período en el que estuvimos forzados a confinarnos en nuestras casas por la pandemia.
La vitamina D en el organismo puede tener distintos orígenes, hay dos tipos principales de vitamina D, el colecalciferol (vitamina D3) de origen animal y el ergocalciferol (vitamina D2) de origen vegetal (producida principalmente por hongos y levaduras), ambos son convertidos por el organismo humano en calcitriol, que sería la molécula activa a la que nos referimos de forma habitual como vitamina D, esta vitamina puede ser producida también de forma endógena en el organismo por efecto a la exposición solar, proceso que es influido por factores genéticos y medioambientales, concretamente por un precursor del colesterol que es convertido en colecalciferol en la piel.
Entre sus funciones, la vitamina D tiene un papel relevante en la modulación de la respuesta inmune, hay dos tipos de respuesta la innata o de primera línea, esta nos protege usando barreras físicas, procesos bioquímicos y ciertas reacciones inmunológicas, los neutrófilos y macrófagos pueden actuar como defensa celular de primera línea, aunque rápidos y efectivos, el enfoque del sistema inmunológico innato posiblemente puede causar algún daño colateral y no es capaz de identificar exposiciones repetidas, por otro lado la inmunidad adaptativa es más lenta, pero más específica y metódica, el sistema adaptativo utiliza una memoria inmunológica para defenderse rápida y vigorosamente contra las exposiciones repetidas, se ha visto que el calcitriol puede inhibir la producción de citoquinas tales como la interleuquina o citoquinas clásicamente proinflamatorias, estos efectos son característicos en las respuestas de las células T reguladoras, una subpoblación de células inmunes encargadas de “controlar” la respuesta inmunitaria y evitar el desarrollo de fenómenos de autoinmunidad.
La deficiencia de vitamina D se ha relacionado con una variedad de enfermedades y trastornos del sistema inmunológico, incluyendo infecciones respiratorias, enfermedades autoinmunitarias como la esclerosis múltiple o enfermedades inflamatorias como la artritis reumatoide, aunque se necesitan más estudios para comprender completamente la relación entre la vitamina D y el sistema inmunológico, se cree que mantener niveles adecuados de vitamina D puede ayudar a promover una respuesta inmunológica saludable y reducir el riesgo de enfermedades asociadas con la función inmunológica comprometida.