Ilustración médica conceptual de la columna vertebral con zonas lumbares y cervicales inflamadas destacadas en rojo y naranja.Imagen simbólica que muestra los focos de rigidez en la columna lumbar y cervical, característicos de la espondiloartritis anquilosante.
“El dolor es inevitable, el sufrimiento opcional”, dijo Buda. Sin embargo, convivir con dolor crónico no siempre deja espacio a esa elección. Para quienes viven con espondiloartritis anquilosante (EA), el dolor es un compañero persistente, que aparece al despertar y se despide al final del día. Puede mitigarse, pero rara vez se evita por completo. La percepción del dolor, además, es tan subjetiva como única en cada persona.

Introducción

La espondiloartritis anquilosante (EA) es una enfermedad reumática crónica que afecta la columna vertebral y las articulaciones sacroilíacas. Esta condición inflamatoria genera dolor, rigidez y, en casos avanzados, puede provocar la fusión progresiva de las vértebras. El impacto en la movilidad y la calidad de vida es notable, como señala la Sociedad Española de Reumatología (SER).

Hombre de mediana edad sentado en la cama con una mano en la zona lumbar y otra en el cuello, reflejando dolor y rigidez por espondiloartritis anquilosante.
Imagen realista de un hombre mostrando molestias en la zona cervical y lumbar, típicas de la espondiloartritis anquilosante.

Manifestaciones e Impacto en la Vida Cotidiana

El síntoma más característico de la EA es el dolor lumbar crónico, acompañado de rigidez matutina prolongada, que suele mejorar con el movimiento. Aun así, las limitaciones persisten, especialmente en el cuello y la espalda, afectando actividades simples como levantarse de la cama, girar el cuello para mirar atrás al conducir o permanecer sentado durante largos periodos.

Entendiendo su Alcance Más Allá de las Articulaciones

Aunque se considera principalmente una enfermedad musculoesquelética, la EA es sistémica. Puede acompañarse de manifestaciones extraarticulares como:

  • Uveítis (inflamación ocular).
  • Fatiga intensa.
  • Pérdida de peso no intencionada.
  • Síntomas gastrointestinales o inflamación en órganos como pulmones o corazón (aunque la incidencia es baja).
Estas manifestaciones amplían el impacto de la enfermedad más allá de las articulaciones.

Diagnóstico y Perspectiva de Evolución

El diagnóstico de la EA se basa en una combinación de historia clínica, exploración física, pruebas de laboratorio e imagen (radiografías o resonancia magnética). La enfermedad presenta brotes de actividad y períodos de remisión, lo que complica su detección temprana. Como explica la doctora Urruticoechea, reumatóloga del Hospital Universitario Son Espases (Palma de Mallorca), la variabilidad de los síntomas exige una evaluación exhaustiva y multidisciplinaria.

Estadísticas y Realidad Poblacional

Según el estudio EPISER, en España unas 96.000 personas conviven con la espondiloartritis anquilosante, una de las más de 200 enfermedades reumáticas descritas.

  • Se manifiesta habitualmente entre los 20 y 40 años.
  • Es más frecuente en hombres, aunque también afecta a mujeres.
  • Con el tiempo, los brotes tienden a ser menos intensos y más espaciados, lo que representa una ventaja para el paciente.

Perspectivas Terapéuticas y Complementarias

El tratamiento de la EA requiere un enfoque integral, que combina:

  • Fármacos antiinflamatorios (AINEs) y terapias biológicas para frenar la inflamación.
  • Fisioterapia y ejercicios de bajo impacto (natación, estiramientos, yoga o pilates) para mantener la movilidad.
  • Acupuntura y técnicas complementarias, que pueden ayudar a aliviar el dolor y mejorar la sensación de bienestar.
  • Hábitos saludables, como una alimentación antiinflamatoria y rutinas de descanso adecuadas.

Investigación y Esperanza de Futuro

La investigación avanza en busca de terapias más personalizadas y eficaces para frenar la progresión de la EA. Los estudios actuales exploran tratamientos que mejoren la respuesta inmunitaria sin comprometer la calidad de vida del paciente.

Conclusión Final

La espondiloartritis anquilosante no solo afecta las articulaciones, sino que transforma la forma en que la persona vive su día a día. Un diagnóstico precoz, el tratamiento adecuado y la incorporación de terapias complementarias pueden marcar una gran diferencia.

Con el apoyo de profesionales y una actitud activa hacia el autocuidado, es posible convivir con la EA y mantener una buena calidad de vida.

Por Mariano Rodríguez Pastor

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