Mujer de mediana edad durmiendo plácidamente con las cinco etapas del sueño representadas al lado.Etapa 1 (somnolencia), Etapa 2 (sueño ligero), Etapa 3 (transición), Etapa 4 (sueño profundo), Etapa 5 REM.
Dormir es necesario. Nuestro cuerpo es como una máquina que sufre un desgaste diario y acumulativo. Los años no pasan en vano, y nuestras obligaciones diarias deben atenderse. El cerebro, como un procesador, permite que todo funcione correctamente. Si no descansamos, no recuperamos energía ni procesamos bien los datos cuando estamos despiertos. Para compensarlo, el sistema nervioso tiene que ir pasado de vueltas, lo que a corto plazo se traduce en ansiedad, irritabilidad y, en definitiva, problemas emocionales que tarde o temprano afectarán a nuestros órganos y tejidos.

Técnicas para estudiar el sueño: la polisomnografía

Distintas técnicas como el electroencefalograma, el electrooculograma y el electromiograma —que en conjunto forman la polisomnografía— permiten observar nuestra actividad física y mental mientras dormimos. Si por término medio dormimos unas ocho horas, se observa que durante el sueño se dan cuatro o cinco ciclos, según su duración, que oscila entre 90 y 120 minutos. Dentro de estos ciclos se identifican cinco fases: cuatro con actividad decreciente (sueño sin movimientos oculares rápidos, fases no REM) y una con actividad creciente (fase REM, de movimientos oculares rápidos). Estudios como el realizado en la Universidad Médica de Lublin (Polonia) definen el sueño como una necesidad vital y neuroprotectora.

Hombre de mediana edad sometido a una polisomnografía durante la noche en un entorno hospitalario
Registro nocturno de la actividad cerebral y corporal durante el sueño mediante sensores conectados al paciente.

Fase I: Adormecimiento

Esta fase marca la línea fronteriza entre la vigilia y el sueño. Es el “duermevela”, cuando comenzamos a quedarnos dormidos. El cuerpo empieza a relajarse, pero aún podemos despertar fácilmente. Es una fase breve, pero esencial para iniciar el ciclo.

Fase II: Sueño ligero

Es una continuación de la fase anterior y constituye aproximadamente el 50% del ciclo total. Aquí, nuestras funciones corporales se ralentizan: la temperatura desciende, el ritmo cardíaco baja y los músculos se relajan. Sin embargo, seguimos siendo sensibles a estímulos externos: un simple mosquito podría despertarnos.

Fase III: Transición

La fase III es una etapa breve, de apenas 2 o 3 minutos. Actúa como un puente entre el sueño ligero y el sueño profundo. Si esta conexión falla, es común oír frases como “Yo me desvelo casi siempre a las tres de la mañana”. Marca el inicio del verdadero descanso.

Fase IV: Sueño profundo

Es la fase más reparadora del sueño no REM. Aquí los músculos se relajan por completo, el cerebro deja de enviar impulsos motores, y las constantes vitales —incluidas la respiración y la presión arterial— descienden hasta su nivel más bajo. Esta etapa representa alrededor del 20% del ciclo. Es también donde pueden aparecer episodios como la enuresis (mojar la cama), en caso de padecerla. Si hemos dormido poco o mal días anteriores, el cuerpo buscará aumentar el tiempo en esta fase. Es la etapa más difícil para despertarnos y la que más influye en la sensación de haber descansado bien.

Fase V: Sueño REM

La fase REM (de movimientos oculares rápidos) es también conocida como “sueño paradójico”. Representa aproximadamente el 25% del ciclo. El electroencefalograma muestra una actividad cerebral similar a la vigilia, aunque el cuerpo permanece inmóvil por una atonía muscular total. La frecuencia cardiaca y respiratoria fluctúan, la presión arterial se eleva, y las secreciones gástricas aumentan. Aunque hay alta actividad cerebral, sigue siendo difícil despertarnos.

Durante esta fase soñamos. Los movimientos oculares son rápidos, como si estuviéramos despiertos. Esta etapa aparece varias veces durante la noche, en ciclos de unos 20 minutos, siendo la primera unos 90 minutos después de conciliar el sueño. Se considera crucial para la consolidación de la memoria, el procesamiento emocional y el aprendizaje. Estudios como el publicado en la revista Neuroscience apuntan a que soñar podría tener un papel en el mantenimiento de la salud mental y la creatividad.

Conclusión

El sueño no es un lujo, sino una necesidad vital. Comprender sus fases permite valorar su importancia como herramienta de regeneración física, mental y emocional. Las fases no REM preparan el terreno para el descanso profundo, mientras que la fase REM permite al cerebro organizar, depurar y consolidar lo vivido durante el día. Dormir bien no es solo cuestión de horas, sino de calidad. Y esa calidad se construye a través de un sueño completo, con todas sus fases activas. Dormir bien es, sin duda, vivir mejor.

Por Mariano Rodríguez Pastor

M. Rodríguez Dietética Acupuntura es una Web de terapias complementarias, consejos e información, Acupuntura MTC, Auriculopuntura, Naturopatía, Homeopatía, Dietética y Nutrición.