Doctora consuela a una paciente angustiada durante una consulta de fertilidad, con su pareja a su lado.Infertilidad no siempre es un diagnóstico: a veces es una espera larga, compartida y cargada de emociones.
La infertilidad no siempre es una enfermedad en sí misma, sino una condición compleja que implica múltiples factores, tanto físicos como emocionales. Afecta de manera profunda a quienes la padecen, no solo por la frustración del deseo no cumplido, sino también por la presión del entorno, las expectativas sociales y el desgaste psicológico que suele acompañar a los tratamientos médicos.

Hoy sabemos que la infertilidad afecta a cerca del 17,5% de la población adulta mundial, según datos recientes de la Organización Mundial de la Salud. Esta cifra, lejos de ser alarmista, refleja una realidad cotidiana para muchas parejas que, tras meses —y a veces años— de intentos, se enfrentan a una mezcla de silencio, esperanza, culpa y cansancio.

Entendiendo la infertilidad: una mirada integral

Desde un punto de vista clínico, se considera infertilidad la incapacidad de concebir después de al menos un año de relaciones sexuales sin protección. Se distingue entre infertilidad primaria —cuando no ha habido embarazos previos— e infertilidad secundaria —cuando sí los hubo pero no se logra un nuevo embarazo—. En ambos casos, las causas pueden ser múltiples, coexistir entre sí o incluso permanecer sin explicación aparente.

En el hombre, algunas de las causas más habituales incluyen alteraciones en la calidad del esperma, anomalías genéticas, trastornos hormonales, infecciones previas, exposición a sustancias tóxicas o tratamientos médicos que afectan la función testicular. También se reconocen otros factores como el varicocele, el estrés oxidativo o incluso el efecto de los disruptores endocrinos presentes en el entorno.

En la mujer, las causas son igual de variadas: alteraciones en la ovulación, síndrome de ovarios poliquísticos, endometriosis, obstrucción de trompas, baja reserva ovárica o desequilibrios hormonales que afectan el eje hipotálamo-hipófisis-ovario. La calidad del endometrio, la funcionalidad del cuello uterino y los niveles de hormonas tiroideas también pueden jugar un papel fundamental, así como antecedentes de abortos de repetición o fallos de implantación embrionaria.

En muchos casos, hablamos de infertilidad de causa desconocida. Pero que no se conozca la causa no significa que no exista. A menudo, lo inexplicable no es sino el reflejo de mecanismos aún no comprendidos del todo por la medicina. Y en medio de todo ello, los factores emocionales.

Pareja afectada observa con tristeza una celebración familiar centrada en una mujer embarazada.

A veces, lo más difícil no es lo que falta… sino lo que los demás no ven.

Cuando el deseo se convierte en obsesión

Es frecuente escuchar en consulta frases como “Nosotros estamos bien, pero no llega”. En ocasiones, los análisis son normales, las pruebas son correctas, y aun así, el embarazo no se produce. Y entonces aparece otro tipo de presión: la social, la familiar, la emocional.

“A que estáis esperando.”
“A ver si os animáis, que ya os va tocando.”
“Se te va a pasar el arroz.”
“Mira tu prima, ya va por el tercero.”

Frases bienintencionadas, sin duda, pero que acaban convirtiendo lo que era un anhelo en una carga. Lo que debería ser un camino íntimo y compartido, se transforma en una obsesión alimentada por la mirada ajena. El cuerpo lo siente, la mente también. Y eso no ayuda.

La ansiedad, la inseguridad, el miedo al fracaso, la comparación constante con otros, generan una cascada hormonal que altera el equilibrio interno. El cortisol elevado, el insomnio, la culpa. Todo eso también juega en contra.

Además, factores como el consumo de tabaco, alcohol, cafeína en exceso, el sobrepeso o el sedentarismo pueden empeorar el pronóstico. Tampoco se puede ignorar el papel de la edad, especialmente en la mujer, cuya reserva ovárica disminuye significativamente a partir de los 35 años.

El papel de la acupuntura: equilibrio y acompañamiento

La acupuntura, como técnica milenaria de la medicina tradicional china, tiene como objetivo restaurar el equilibrio del organismo. No se trata de “curar la infertilidad” de forma directa, sino de favorecer las condiciones para que el cuerpo recupere su capacidad de concebir.

En abril de 2002, un estudio realizado en Alemania mostró que las mujeres tratadas con acupuntura antes y después de una fecundación in vitro (FIV) lograban una tasa de embarazo del 42,5%, frente al 26,3% del grupo que solo recibió el tratamiento convencional. Más adelante, una revisión publicada en el British Medical Journal recogió datos de más de 1300 mujeres, señalando una tasa de éxito superior al 65% al combinar ambas técnicas, con un alto porcentaje de embarazos llegados a término.

Estudio 2018 (JAMA): aunque los resultados fueron menos espectaculares, se reconoció la acupuntura como herramienta coadyuvante segura, especialmente útil para aliviar el estrés durante FIV.

Estudio 2021 (Frontiers in Endocrinology): se observó una mejora significativa en la receptividad endometrial con acupuntura.

Estas cifras no son casualidad. Estudios recientes han confirmado que la acupuntura puede:

  • Mejorar la irrigación sanguínea en el útero, favoreciendo la implantación.
  • Relajar la musculatura uterina.
  • Regular la producción y liberación hormonal.
  • Disminuir los niveles de cortisol y la ansiedad durante el proceso.
  • Aumentar la receptividad endometrial.
Todo esto convierte a la acupuntura en un complemento eficaz, sobre todo en mujeres que se someten a tratamientos de reproducción asistida. No sustituye al especialista, pero puede suavizar el camino, reducir efectos secundarios, y sobre todo, cuidar el aspecto emocional de quienes atraviesan el proceso.

Y en el hombre: ¿también ayuda?

Sí. La acupuntura también se ha estudiado en casos de infertilidad masculina. Un trabajo publicado en Fertility and Sterility en 2005 analizó la calidad espermática antes y después del tratamiento con acupuntura, encontrando mejoras en la concentración, motilidad y morfología de los espermatozoides. Además, se observaron menos anomalías cromosómicas y una reducción del estrés oxidativo.

En los hombres, la carga emocional a menudo se disfraza bajo el silencio. Pero también les afecta. También tienen miedo. También se sienten responsables. Y también pueden beneficiarse de una técnica que no solo actúa sobre el cuerpo, sino sobre el estado general del ser.

Un camino compartido

Hablar de infertilidad no es hablar de estadísticas, sino de historias. De silencios. De esperas que se hacen largas. De lágrimas contenidas y también de decisiones valientes.

La acupuntura no promete milagros, pero sí ofrece acompañamiento, escucha y una manera distinta de abordar lo invisible. Ayuda a descomprimir, a recobrar el equilibrio perdido, a transformar el miedo en calma. Y a veces, solo a veces, eso es justo lo que el cuerpo necesitaba para empezar a recibir.

✍️ ¿Quién no recuerda la “crisis periférica” (2010–2016)? No fue la primera que llevaba a cuestas, pero sí una de las más duras: marcó prácticamente la desaparición de la clase media. Pasé de no tener tiempo a tener todo el del mundo. Sabía, como en otras ocasiones, que era cuestión de tiempo. Mi experiencia profesional me daba esa serenidad.
Aproveché ese periodo para transcribir artículos que había escrito años atrás con mi vieja Olivetti, los fotocopiaba en la copistería del barrio y los dejaba en la sala de espera, para quien quisiera leerlos o llevárselos.
A finales de 2012 empecé a publicarlos en mi blog. Hoy los recupero con respeto, como testimonio de una época y de un camino recorrido, revisados y actualizados 2025 en la categoría “Mis primeros artículos”.

Por Mariano Rodríguez Pastor

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