Beber agua con sentido común¿Cuánta agua hay que beber al día? No existe una cifra única para todos, pero las recomendaciones generales indican entre 2 y 2,5 litros diarios, incluyendo el agua contenida en frutas, verduras y otros alimentos. Lo más importante es escuchar al cuerpo, beber cuando aparece la sed y adaptar la ingesta al clima, la edad y la actividad física.
Durante años he escuchado esa frase que todos repetimos:
“Cuanta más agua bebas, mejor”. Pero como todo en la vida —y más aún en el cuerpo humano— la respuesta no es tan simple. Si eliminas bien el agua que bebes, perfecto. Pero si empiezas a retenerla, la cosa cambia. El cuerpo es sabio y suele avisar: “Bebe lo que necesites”, no más. Ni menos.
El ser humano es agua en un 60-70% según la edad, el sexo y la complexión. En ese medio acuoso se dan todas las reacciones químicas que nos mantienen vivos: desde el transporte de nutrientes hasta la regulación de la temperatura corporal. El agua no solo nos hidrata, también nos sostiene.
¿Cuánto hay que beber al día? ¿Dos litros? ¿Ocho vasos?
Aquí empieza el desfile de mitos. La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria estableció en 2010 que lo adecuado, para adultos europeos con actividad física moderada y temperaturas normales, es:
2 litros diarios para mujeres (algo más si están embarazadas o en periodo de lactancia),
2,5 litros para hombres.
Pero ojo: esto incluye también el agua que viene de los alimentos. ¿Y sabías que una dieta rica en frutas y verduras puede aportar hasta un litro de agua al día? Así que, si te alimentas bien, puede que solo necesites un litro más en forma líquida.
¿Y si no tengo sed?
El mejor consejo es el más antiguo: “Hazle caso a tu cuerpo”. La sed aparece cuando has perdido alrededor del 1% de tu agua corporal. Si no le haces caso y llegas al 2%, pueden venir síntomas como dolor de cabeza, fatiga o dificultad para concentrarte. Y si no corriges el desequilibrio, pueden aparecer incluso problemas circulatorios. Así de simple, así de vital.
Beber con inteligencia: el cuándo y el cómo
Una recomendación que siempre doy: procura beber agua con el estómago vacío —media hora antes de las comidas o dos horas después—. Durante las comidas, solo la justa y necesaria. ¿Por qué? Porque si bebemos demasiado, los jugos gástricos se diluyen. Y eso, sobre todo en digestiones de proteínas, puede generar fermentaciones, gases y sensación de hinchazón.
Una imagen vale más que mil palabras: piensa en un trozo de carne envuelto en plástico, fuera de la nevera. Pasa el tiempo y… sí, exacto. Lo mismo ocurre en el intestino si no hay una digestión eficaz.
¿Qué cuenta como agua?
Además del agua del grifo (la opción más lógica, económica y sostenible), también suman:
Infusiones, té o café sin azúcar,
Caldos,
Frutas y verduras frescas,
Aromatizaciones naturales con hierbas, pepino o rodajas de limón,
Gelatinas en personas mayores o con dificultad para tragar.
Eso sí, evitemos los falsos amigos:
Bebidas azucaradas o alcohólicas: pueden sumar hasta 900 kcal vacías al día.
Zumos: máximo 118 y 236 mililitros al día, incluso si son naturales.
Bebidas isotónicas: solo tras ejercicio intenso o deshidratación por vómitos o diarrea.
¿Y si bebo agua con limón? ¿Y el agua de mar?
El agua con limón no hace daño, pero tampoco hace milagros. Hidrata, punto. No depura, ni quema grasa. Y el agua de mar, aunque la vendan como “terapéutica”, contiene demasiada sal. No está recomendada para el consumo diario y puede alterar el equilibrio electrolítico.
Ni engorda, ni adelgaza… pero acompaña
El agua tiene cero calorías. Por tanto, ni engorda ni adelgaza. Beberla antes de las comidas puede dar una leve sensación de saciedad, pero no es un método fiable para perder peso. Tampoco es cierto que beber en ayunas tenga poderes extraordinarios. Es, simplemente, una buena costumbre.
Casos especiales: ancianos, niños y deportistas
En los mayores, el mecanismo de la sed se debilita y a veces cuesta tragar.
En los niños, hay que ofrecerles agua regularmente, aunque no la pidan.
Y los deportistas, sobre todo si hace calor, deben pautar su hidratación. No basta con esperar a tener sed.
Conclusión: la clave está en la escucha
Beber agua no es una obligación matemática, es una forma de cuidar de uno mismo con consciencia. En mi consulta, siempre insisto: no se trata de contar vasos, sino de aprender a escuchar al cuerpo. La sed es sabia, como lo es el apetito cuando no está manipulado. Y al igual que con la alimentación, el equilibrio está en el centro.
¿El mejor consejo? Bebe con sentido común. El cuerpo sabe. Escúchalo.
✍️ ¿Quién no recuerda la “crisis periférica” (2010–2016)? No fue la primera que llevaba a cuestas, pero sí una de las más duras: marcó prácticamente la desaparición de la clase media. Pasé de no tener tiempo a tener todo el del mundo. Sabía, como en otras ocasiones, que era cuestión de tiempo. Mi experiencia profesional me daba esa serenidad.
Aproveché ese periodo para transcribir artículos que había escrito años atrás con mi vieja Olivetti, los fotocopiaba en la copistería del barrio y los dejaba en la sala de espera, para quien quisiera leerlos o llevárselos.
A finales de 2012 empecé a publicarlos en mi blog. Hoy los recupero con respeto, como testimonio de una época y de un camino recorrido, revisados y actualizados 2025 en la categoría “Mis primeros artículos”.
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