Alimentación e hiperactividad infantil: más allá de la etiqueta
En 2013, cuando escribí este artículo por primera vez, la hiperactividad infantil era ya un tema ampliamente discutido. Tanto, que parecía difícil aportar algo nuevo. Aquel año, el British Medical Journal denunciaba que los recortes sanitarios en España habían hecho desaparecer nueve de cada diez líneas de investigación. Se intuía ya entonces que esa factura se pagaría en campos sensibles como la salud mental infantil. Hoy, más de una década después, el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) sigue siendo uno de los diagnósticos más frecuentes en neurología pediátrica. La investigación ha avanzado, aunque muchas preguntas siguen abiertas. Este texto es una revisión crítica, una mirada desde la experiencia clínica, la nutrición y el sentido común.¿Qué es el TDAH hoy?
El TDAH es un trastorno neurobiológico que afecta principalmente a la infancia, aunque puede persistir en la edad adulta. Sus síntomas cardinales son tres: déficit de atención, hiperactividad e impulsividad. Afecta entre el 6% y el 10% de los niños mayores de seis años, según la American Academy of Pediatrics. No es, como a veces se banaliza, un asunto de “niños traviesos”. Sus consecuencias son amplias: escolares, familiares, emocionales y sociales. No todos los casos se manifiestan igual; algunos niños presentan mayor desatención, otros hiperactividad marcada o una mezcla de ambos. Hoy se insiste en un enfoque multidimensional, que tenga en cuenta el contexto familiar, educativo, social y afectivo del menor.
A un lado, pescado, frutas y frutos secos; al otro, golosinas y bollería. Lo que comemos influye en cómo pensamos, sentimos y nos comportamos.
Dieta Feingold y el impacto de los aditivos
Uno de los primeros en señalar una relación entre conducta y alimentación fue el doctor Ben Feingold, alergólogo y pediatra estadounidense. En los años 70 propuso una dieta libre de aditivos, colorantes, conservantes y salicilatos. Curiosamente, no solo mejoraban las alergias, sino también el comportamiento: atención, concentración, inquietud… Décadas después, en la Universidad de Southampton, el profesor Jim Stevenson retomó el planteamiento. Su estudio, publicado en The Lancet, incluyó 300 niños de 3 y 9 años, expuestos a zumos con o sin colorantes artificiales y benzoato de sodio. Ni ellos ni sus familias sabían qué fórmula tomaban cada semana. El resultado fue claro: la hiperactividad aumentaba en los días con aditivos, incluso en niños sin diagnóstico de TDAH. La conclusión fue rotunda: algunos niños son más sensibles que otros, pero el efecto es científicamente medible. Aun así, sigue siendo un tema controvertido.Alimentación moderna: entre el azúcar y los omega-3
Más allá de los aditivos, hay otros factores nutricionales relevantes en el TDAH:- Azúcares refinados: provocan picos de glucemia seguidos de bajadas bruscas. Estos ciclos pueden alterar el comportamiento y agravar la inestabilidad emocional. Evitar gominolas, bollería industrial y refrescos azucarados es una medida básica pero eficaz.
- Omega-3 y omega-6: los ácidos grasos esenciales, presentes en el pescado azul, las nueces o el aceite de lino, favorecen el desarrollo neurológico. Un metaanálisis reciente (Chang et al., 2023) confirma que los suplementos de EPA (más que DHA) pueden mejorar modestamente los síntomas del TDAH.
- Triptófano y L-teanina: ambos aminoácidos intervienen en la producción de serotonina. Están presentes en alimentos como el pescado, el plátano o el té verde. Contribuyen al equilibrio emocional, al sueño y a la concentración.
- Vitaminas y minerales: el hierro, el zinc, el magnesio, el calcio y las vitaminas del grupo B participan en el metabolismo cerebral y la regulación del sistema nervioso. Un déficit puede amplificar los síntomas de impulsividad y fatiga.
Lácteos, salicilatos y otras eliminaciones: ¿prudencia o exceso?
Algunas corrientes han promovido la eliminación de lácteos o frutas ricas en salicilatos. Si bien hay niños con intolerancias que pueden beneficiarse de restricciones temporales, eliminar grupos enteros de alimentos sin indicación médica puede ser contraproducente. En etapas de crecimiento, los lácteos aportan calcio, vitamina D y triptófano. Las frutas, además de fibra y agua, contienen polifenoles con acción antioxidante y antiinflamatoria. Más interesante resulta la llamada dieta oligoantigénica, estudiada en niños con TDAH refractario. Se basa en eliminar todos los alimentos potencialmente reactivos durante unas semanas y reintroducirlos uno a uno. Según el grupo de Pelsser (2021), cerca del 60% de los niños mejoraron significativamente.Nuevas perspectivas: microbiota, ejercicio y tecnologías aplicadas
Los estudios más recientes incorporan factores menos visibles, pero no menos importantes:- Microbiota intestinal: la conexión entre intestino y cerebro está en el centro de muchas investigaciones. Se ha observado que niños con TDAH pueden presentar disbiosis intestinal, y ciertos probióticos (como Lactobacillus rhamnosus) podrían modular la conducta y la respuesta al estrés.
- Ejercicio físico: el ejercicio aeróbico regular mejora la atención, la memoria y la autorregulación emocional. Actividades como el yoga, el juego al aire libre o la natación tienen un efecto beneficioso en el comportamiento.
- Herramientas tecnológicas: aplicaciones como QbTest o plataformas de seguimiento conductual permiten registrar en tiempo real el comportamiento de los niños. Esto ayuda a un diagnóstico más preciso y un seguimiento más ajustado, evitando sobrediagnósticos o tratamientos innecesarios.
Familia, escuela y sociedad: tres pilares del abordaje
El tratamiento del TDAH no puede limitarse a una receta farmacológica. La participación activa de las familias, la comprensión del entorno escolar y la desestigmatización social son esenciales para mejorar el pronóstico. Cuando los padres entienden el trastorno y cuentan con herramientas, pueden establecer rutinas, anticipar situaciones críticas y ofrecer apoyo sin sobreprotección. La escuela, por su parte, debe adaptarse a las necesidades específicas del niño sin etiquetarlo ni excluirlo. Todavía existe un importante estigma que rodea al TDAH. Muchos niños son tildados de “malos”, “conflictivos” o “vagos” antes de recibir apoyo. Por eso, divulgar buena información, sin alarmismo ni simplificaciones, sigue siendo una labor urgente.Conclusión: una mirada integradora y sin dogmas
El TDAH es una condición compleja que requiere un abordaje múltiple. La alimentación, sin ser una panacea, puede ser una aliada importante. Cada niño es único. Lo que a uno le afecta, a otro puede no hacerle mella. Por eso, más que recetas generales, necesitamos observación personalizada, escucha activa y acompañamiento. Ni el azúcar causa TDAH, ni eliminar todas las frutas lo cura. Pero sí sabemos que una dieta equilibrada, libre de aditivos innecesarios, rica en omega-3 y micronutrientes, puede marcar la diferencia. Sumemos a eso el movimiento, el afecto, la comprensión y un entorno que no juzgue. Es un buen punto de partida para ayudar a estos niños a desplegar todo su potencial.
✍️ ¿Quién no recuerda la “crisis periférica” (2010–2016)? No fue la primera que llevaba a cuestas, pero sí una de las más duras: marcó prácticamente la desaparición de la clase media. Pasé de no tener tiempo a tener todo el del mundo. Sabía, como en otras ocasiones, que era cuestión de tiempo. Mi experiencia profesional me daba esa serenidad.
Aproveché ese periodo para transcribir artículos que había escrito años atrás con mi vieja Olivetti, los fotocopiaba en la copistería del barrio y los dejaba en la sala de espera, para quien quisiera leerlos o llevárselos.
A finales de 2012 empecé a publicarlos en mi blog. Hoy los recupero con respeto, como testimonio de una época y de un camino recorrido, revisados y actualizados 2025 en la categoría “Mis primeros artículos”.