Moshé Feldenkrais mayor interactúa con un esqueleto anatómico; retrato en blanco y negro, expresión amable e irónica. Moshé Feldenkrais, sentado junto a un esqueleto de estudio; gesto sereno y tono reflexivo sobre el cuerpo y el movimiento.
A veces buscamos mejorar nuestra salud a través de dietas, ejercicio o tratamientos médicos, y olvidamos algo esencial: cómo nos movemos. El Método Feldenkrais propone volver a esa base simple pero poderosa. No se trata de entrenar músculos ni de forzar la postura, sino de aprender a sentir y reorganizar el movimiento para recuperar eficiencia, libertad y bienestar. Este enfoque, que une ciencia, arte y sensibilidad, invita a redescubrir la inteligencia natural del cuerpo.

Un poco de historia: de la ingeniería al movimiento

El método lleva el nombre de su creador, Moshé Feldenkrais (1904-1984), ingeniero, físico y experto en judo. Tras sufrir una lesión de rodilla, se negó a aceptar una cirugía que podía dejarle secuelas permanentes. Buscó en su formación científica y en las artes marciales una vía alternativa: explorar el movimiento desde la conciencia, no desde la fuerza.

De esa experiencia nació un sistema que hoy practican miles de personas en todo el mundo, aplicado tanto en salud como en artes escénicas y deporte.

¿Qué es realmente el Método Feldenkrais?

Más que una terapia médica, el Feldenkrais es un proceso de educación somática. Su objetivo es mejorar la relación entre cerebro y cuerpo para que el movimiento se vuelva más eficiente, menos doloroso y más libre.

En lugar de imponer ejercicios rígidos, se guía al practicante hacia la exploración de nuevas posibilidades de movimiento, despertando conexiones neuronales y favoreciendo la plasticidad del sistema nervioso.

El resultado no es solo físico: también mejora la autopercepción, la confianza y la capacidad de afrontar el día a día con mayor soltura.

Grupo de personas mayores en clase del Método Feldenkrais, tumbadas boca arriba en colchonetas verdes con los brazos extendidos; foco en mujer de cabello gris.
Sesión grupal de Feldenkrais: movimiento suave y atención plena para mejorar equilibrio, movilidad y bienestar.

Dos formas de aprender: ATM y FI

El método se transmite a través de dos modalidades complementarias:

Awareness Through Movement (ATM)

Clases grupales guiadas por la voz del instructor. Se proponen secuencias de movimientos simples —girar, rodar, estirarse— que el alumno ejecuta con suavidad, buscando alternativas y escuchando las sensaciones del cuerpo. La atención plena sustituye al esfuerzo.

Functional Integration (FI)

Sesiones individuales en las que el profesional guía al alumno mediante un toque suave y preciso. No hay manipulación brusca: el movimiento es inducido para que el sistema nervioso descubra patrones más eficientes.

Principios en los que se apoya

El Feldenkrais se asienta en algunas ideas clave:

  • La postura es dinámica, no rígida: cambia con cada movimiento.
  • El aprendizaje se da en la exploración, no en la repetición mecánica.
  • El movimiento es integral: se aprende tanto el todo como cada una de sus partes.
  • La variación y la repetición consciente abren el camino a nuevas conexiones.
Más allá de la técnica, subyace una filosofía: el cuerpo no es una máquina a reparar, sino un sistema vivo en permanente aprendizaje.

Aplicaciones y beneficios

Los beneficios reportados abarcan desde la salud hasta la creatividad:

  • En personas mayores: estudios han mostrado mejoras en el equilibrio, reducción del riesgo de caídas y mayor confianza al moverse.
  • En dolor crónico: algunos pacientes experimentan alivio y menos rigidez.
  • En la imagen corporal: útil en trastornos alimentarios y en personas con dificultades de autopercepción.
  • En el rendimiento físico y artístico: músicos, bailarines y deportistas lo utilizan para afinar su expresividad y eficiencia.
  • En salud neurológica: se explora en casos de Parkinson o esclerosis múltiple como apoyo al tratamiento convencional.

Lo que dice la ciencia: luces y sombras

La evidencia científica sobre el Feldenkrais es interesante, aunque aún limitada.

  • Revisión sistemática (Hillier & Worley, 2015) concluyó que puede mejorar el equilibrio y la movilidad en personas mayores.
  • Algunos estudios sugieren beneficios en dolor lumbar, autoimagen y calidad de vida.
  • Sin embargo, las instituciones de salud de Australia y Alemania consideran que la evidencia es todavía insuficiente para integrarlo de forma oficial en la cobertura sanitaria.
Esto no significa que el método carezca de valor, sino que se mueve en un terreno complementario, más cercano a la educación somática y el bienestar que a la medicina basada en fármacos.

Una experiencia personal de aprendizaje

Quienes lo practican describen sensaciones de “descubrimiento”: moverse sin dolor, respirar con mayor amplitud, encontrar un gesto olvidado, recuperar la curiosidad corporal.

Más que enseñar a “hacer”, el Feldenkrais enseña a “sentir cómo hacemos”, a poner conciencia en lo cotidiano: cómo nos levantamos de la silla, cómo caminamos, cómo giramos la cabeza. Pequeñas transformaciones que, sumadas, cambian la calidad de vida.

Críticas y escepticismo

No faltan voces críticas que califican al Feldenkrais de método “no científico”. Se le ha comparado con un yoga occidentalizado o incluso con prácticas cercanas a la fe. Es cierto: sus mecanismos no siempre son cuantificables con los criterios médicos convencionales.

Pero también es cierto que, como ocurre con la meditación o el mindfulness en sus orígenes, la falta de pruebas concluyentes no significa ausencia de efectos. Los testimonios y la experiencia práctica muestran que puede ser una herramienta valiosa, siempre que no sustituya a un tratamiento médico necesario.

Conclusión: ¿para quién es el Método Feldenkrais?

El Feldenkrais puede ser apropiado para quienes buscan:

  • Mejorar su movilidad y flexibilidad sin esfuerzo excesivo.
  • Acompañar procesos de rehabilitación con un enfoque suave.
  • Redescubrir la relación entre cuerpo, mente y emociones.
  • Incorporar conciencia corporal en la vida diaria, el arte o el deporte.
No es una panacea ni reemplaza la medicina, pero sí ofrece un camino pedagógico hacia un movimiento más inteligente y humano. En una época en la que todo parece acelerado y mecánico, detenerse a sentir cómo nos movemos puede ser un acto profundamente sanador.

Por Mariano Rodríguez Pastor

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