Representación microscópica de células cancerosas, destacando una célula central iluminada que resalta su complejidad y amenaza potencial.
Introducción
En los últimos años, la autofagia ha pasado de ser un término casi desconocido en los laboratorios a ocupar titulares en medios de salud y bienestar. Este proceso, por el que nuestras células reciclan y renuevan sus componentes dañados, no solo ha despertado el interés científico, sino también el de la industria del bienestar, que lo vincula con la longevidad, la prevención de enfermedades e incluso la apariencia física. Sin embargo, más allá de modas y promesas, la autofagia es un mecanismo biológico real, con beneficios comprobados y un potencial enorme para la salud humana.
¿Qué es la autofagia?
La palabra proviene del griego y significa literalmente “autocomerse”. Se trata de un mecanismo natural de regeneración celular que permite a las células descomponer y reciclar sus propios componentes dañados. Este proceso proporciona energía y “materiales de construcción” para renovar estructuras internas y mantener el correcto funcionamiento celular.
En la práctica, la autofagia ayuda a:
Eliminar proteínas defectuosas.
Reciclar orgánulos dañados.
Defender al organismo frente a infecciones destruyendo virus y bacterias.
La “maquinaria” principal de este proceso son los lisosomas, pequeños sacos que actúan como centros de reciclaje celular.
Un descubrimiento que cambió la ciencia
Aunque la autofagia fue identificada por primera vez en la década de 1960, su relevancia no se comprendió plenamente hasta los trabajos del científico japonés Yoshinori Ohsumi en los años 90. En 2016, su investigación le valió el Premio Nobel de Medicina.
Su trabajo permitió entender cómo este mecanismo participa en la prevención de enfermedades neurodegenerativas como el Parkinson o la demencia, y cómo su activación puede proteger el sistema nervioso.
Yoshinori Ohsumi, Premio Nobel de Medicina, explica detalles de la autofagia frente a una imagen celular proyectada.
Beneficios para la salud
La evidencia científica sitúa a la autofagia como un aliado frente a múltiples problemas de salud:
Protección neurológica: ayuda a eliminar las proteínas que forman las “marañas” asociadas al Alzheimer, Parkinson o Huntington.
Prevención de enfermedades crónicas: su capacidad de limpiar y reparar células se asocia a menor riesgo de artritis, deterioro cognitivo y ciertos tipos de inflamación.
Fortalecimiento inmunitario: mejora la capacidad del organismo para controlar infecciones y regular la respuesta inflamatoria.
Salud muscular y metabólica: preserva la funcionalidad de tejidos y órganos, lo que contribuye a una mejor movilidad y resistencia física.
El reto del envejecimiento
La autofagia opera durante toda la vida, pero su eficacia disminuye con la edad. Esta caída en su rendimiento facilita la acumulación de desechos celulares, lo que favorece el deterioro de tejidos y órganos.
Un estudio publicado en 2025 en Nature Immunology, liderado por Sinclair, Youdale y Spinelli, confirma que la disminución de la autofagia está directamente relacionada con la aparición de enfermedades crónicas y la pérdida de funcionalidad en la vejez. Mantener activo este proceso podría ser clave para envejecer con salud y conservar la independencia física y mental.
Cómo estimular la autofagia
Aunque todavía no existe una fórmula definitiva para activar este mecanismo en humanos, la investigación sugiere que ciertas prácticas pueden favorecerlo:
Ayuno controlado El ayuno intermitente o periodos de restricción calórica estimulan la autofagia al inducir un estado metabólico en el que las células recurren a sus reservas internas para obtener energía. Aunque los estudios en animales son prometedores, la duración y frecuencia óptimas en humanos aún no están definidas. Cualquier cambio en la dieta debe consultarse con un profesional.
Ejercicio físico La actividad física regular es una forma segura y accesible de estimular la renovación celular. Ejercicios de fuerza, resistencia y alta intensidad han mostrado efectos positivos en la activación de la autofagia, beneficiando la salud muscular, cerebral e inmunitaria.
Compuestos miméticos de restricción calórica Se investigan sustancias que imitan los efectos del ayuno sin necesidad de modificar drásticamente la alimentación. Estos compuestos aún están en fases experimentales, pero podrían convertirse en herramientas terapéuticas en el futuro.
Entre la ciencia y las modas
El reconocimiento del Nobel a Ohsumi y las publicaciones recientes han generado un interés mediático que ha sido aprovechado por gurús y autores de dietas. Libros como Glow 15, de Naomi Whittel, promueven programas de ayuno intermitente, reducción puntual de proteínas y ejercicio intenso como estrategias para “activar” la autofagia.
Aunque algunas de estas recomendaciones se basan en fundamentos reales, el entusiasmo popular a veces simplifica o exagera los resultados. La ciencia advierte que no existe una fórmula única y que la respuesta puede variar de persona a persona.
Precauciones y sentido común
Estimular la autofagia no significa ayunar de forma excesiva ni adoptar rutinas extremas. El doctor David Rubinsztein, experto en neurogenética de la Universidad de Cambridge, recuerda que, si bien el ayuno y el ejercicio tienen beneficios potenciales, cualquier cambio importante debe hacerse bajo supervisión médica, especialmente en personas con enfermedades crónicas o mayores de edad.
Un objetivo de la medicina del futuro
La comunidad científica ve en la autofagia un objetivo estratégico para tratar y prevenir enfermedades relacionadas con la edad. Potenciar este mecanismo podría mejorar la calidad de vida, prolongar la vitalidad y reducir la carga de patologías crónicas en la población.
Como señala el equipo de Nature Immunology, mantener activa la “limpieza celular” podría ser una de las claves para un envejecimiento saludable: más años, sí, pero sobre todo más años con buena salud.
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