Mujer gritando de frustración mientras sostiene una báscula de baño ligeramente inclinada hacia ella, mostrando el número en el dial.
Durante años hemos atribuido el efecto rebote a la falta de voluntad, a haber “dejado la dieta”, a que el paciente “no se cuidó”. Sin embargo, la evidencia científica más reciente confirma algo que en consulta llevo explicando desde hace décadas: el cuerpo recuerda su peso anterior, lo defiende y lucha activamente contra el adelgazamiento rápido, especialmente en casos de obesidad importante.

El mayor peso con el que una persona llega a consulta es lo que yo llamo “peso resistente”. Es el nivel que el cuerpo ha consolidado durante años y que defiende con más fuerza. Por eso los objetivos deben ser lógicos y a corto plazo: no tiene sentido plantear de entrada una pérdida de 40 kilos, porque ni el organismo lo acepta ni el paciente puede asumirlo emocionalmente.

En análisis técnico diríamos que el primer objetivo es batir el soporte más cercano, no toda la tendencia de una vez. Si alguien pesa 120 kilos, el primer soporte razonable es 115. Cuando se alcanza y estabiliza ese nivel, 115 pasa a ser una nueva resistencia y ya se puede avanzar hacia el siguiente escalón: 110, 105, 100…

Cada tramo consolidado protege el proceso y evita el efecto rebote.

Perder 4, 6 o incluso 10 kilos es un proceso asumible para el organismo. Pero cuando hablamos de 20, 30 o 40 kilos, el escenario es completamente distinto: entran en juego la biología, el sistema nervioso, la memoria del tejido adiposo, la cavidad gástrica, las hormonas del hambre y la saciedad, y un mecanismo ancestral de supervivencia que activa el “pánico” metabólico.

En este contexto, la memoria metabólica y efecto rebote son dos caras de un mismo proceso: lo que el cuerpo ha vivido durante años no se borra con unos meses de dieta.

Perder peso no es solo perder grasa: es reeducar un organismo entero

No es lo mismo adelgazar “para el bañador” que adelgazar para recuperar la salud.

Las pérdidas rápidas basadas en batidos, productos milagro o dietas extremas pueden generar una bajada de peso contra natura —sin nutrición real, sin estructura de sueño, sin actividad, sin respetar la fisiología digestiva ni los ejes hormonales—. El resultado siempre es el mismo: sufrimiento metabólico, estrés fisiológico, picos de cortisol y, finalmente, desajuste.

El cuerpo no puede sostener pérdidas abruptas cuando pesa 20 o 30 kilos de más. Para hacerlo bien, el proceso debe incluir:

  • alimentación equilibrada,
  • sueño reparador,
  • ritmos digestivos estables,
  • mejora de la resistencia metabólica,
  • reducción de inflamación,
  • estabilidad emocional,
  • y una reorganización gradual del sistema nervioso.
Porque adelgazar no es un castigo; es una readaptación completa de la biología.

La cavidad gástrica: un actor silencioso del hambre

Siempre les explico a mis pacientes que la cantidad de alimento que necesita una persona está en relación directa con el volumen de su cavidad gástrica.

  • Cuanto más grande, más cantidad necesita para generar saciedad.
  • Cuanto menor es la cavidad, menos volumen necesita el sistema de señalización para frenar el hambre.
Al perder peso disminuye el tejido adiposo y también la leptina. Con ello mejora la sensibilidad de los núcleos de la saciedad en el hipotálamo, que antes estaban bloqueados por el exceso de leptina y no respondían correctamente.

Y aquí aparece lo que llamo “efecto globo”: la cavidad pierde volumen, sí… pero, ¿cómo mantener esa reducción sin volver a llenarla? Esa es la clave real del mantenimiento.

El aprendizaje que vino de los mercados financieros

A veces las mejores metáforas vienen de mundos aparentemente ajenos. Durante años estudié análisis técnico bursátil: tendencias, fases de consolidación, dobles techos, dobles suelos, soportes, resistencias, retrocesos de Fibonacci, RSI, estocásticos, ondas de Elliot…

¿Y qué descubrí? Que los gráficos del peso corporal funcionan con la misma lógica.

Nada sube o baja en línea recta. Toda tendencia tiene fases de consolidación necesarias para no romperse.

Cuando un paciente con 40 kilos de sobrepeso pierde 20, está exactamente en mitad del movimiento. Es ahí donde el peso necesita lateralizar, asentar, parapetar el vacío, crear un nuevo suelo estable antes de continuar.

Si el entorno no se adapta al vacío, el vacío tiende a llenarse. Esto también lo hace el cuerpo humano.

Gráfico conceptual de pérdida de peso con una tendencia bajista, una fase de consolidación a mitad del proceso y reanudación posterior del descenso.

La memoria obesogénica: lo que confirma la ciencia (Nature, 2024)

El trabajo del Imperial College London, liderado por William Scott y publicado en Nature en 2024, ha demostrado que el tejido adiposo conserva una memoria epigenética de la obesidad previa.

¿Qué significa epigenética?
La epigenética son cambios en la expresión de los genes que no modifican la secuencia del ADN. El ADN permanece igual, pero su actividad —qué genes se activan o silencian— cambia según el entorno, los hábitos y la biología del individuo.

Este descubrimiento es extraordinario por tres motivos:

  1. Los adipocitos cambian su regulación química interna tras la obesidad.
  2. Esos cambios persisten incluso después de adelgazar.
  3. Cuando el entorno vuelve a ser propicio —estrés, ultraprocesados, poco sueño, sedentarismo—, el rebote es acelerado.
Son huellas moleculares reales, estables, que predisponen a recuperar el peso. La ciencia acaba de poner nombre a lo que en consulta vemos desde siempre.

El cerebro defiende el peso más alto alcanzado (Universidad de Copenhague)

Valdemar Johansen y Christoffer Clemmensen han revelado que el cerebro:

  • guarda una memoria del peso máximo alcanzado,
  • defiende ese nivel como si fuese el “peso seguro”,
  • activa el hambre (ghrelina),
  • disminuye la saciedad (leptina),
  • reduce el gasto energético,
  • y baja el metabolismo basal para recuperar reservas.
El organismo actúa como si adelgazar fuese una amenaza. Y biológicamente lo es: perder grasa significaba morir de hambre en épocas de escasez.

Por eso, al perder muchos kilos, el paciente siente:

  • hambre intensa,
  • cansancio inexplicable,
  • irritabilidad,
  • lentitud digestiva,
  • facilidad para recuperar peso con pequeños “despistes”.
El enemigo no es la voluntad: es la biología defendiendo lo que considera seguro.

Por qué las dietas rápidas fracasan siempre

Las dietas rápidas fracasan porque producen:

  • caída brusca de leptina,
  • aumento de ghrelina,
  • disminución del metabolismo,
  • pérdida de masa muscular,
  • estrés metabólico,
  • y una recuperación exagerada del apetito.
El cuerpo interpreta el adelgazamiento como un ataque. La ciencia lo ha refrendado: el rebote no es un fallo del paciente, sino un mecanismo de supervivencia.

Ilustración de tres figuras femeninas que representan distintos resultados físicos según la elección entre comida saludable y comida rápida

La consolidación: la parte más importante que casi nadie hace

Este es el punto donde siempre insisto:

El objetivo no es perder 20 o 30 kilos. El objetivo es no recuperarlos.

Cuando un paciente se encuentra a mitad de camino, el cuerpo está vulnerable. Ese es el momento de:

  • comer sano,
  • estabilizar horarios,
  • regular sueño,
  • bajar inflamación,
  • reforzar masa muscular,
  • mejorar sensibilidad hormonal,
  • y aprender un nuevo modo de vivir.
Solo así la “cavidad” se reorganiza y consolida. Solo así el set-point cerebral se asienta. Solo así el vacío deja de intentar llenarse.

Conclusión: adelgazar es ciencia, no magia

El efecto rebote no es una maldición ni un castigo. Es una combinación de:

  • memoria epigenética del tejido adiposo,
  • defensa del set-point cerebral,
  • mecanismos hormonales ancestrales,
  • adaptaciones metabólicas,
  • y un entorno moderno obesogénico.
Pero también es una oportunidad para aprender a perder peso de manera inteligente, respetando los tiempos fisiológicos.

El verdadero éxito no es adelgazar rápido. Es adelgazar con salud, consolidar y mantener.

Referencias

  1. Scott, W., Hinte, L. C., Castellano-Castillo, D., Ghosh, A., Melrose, K., Gasser, E., Noé, F., Massier, L., Dong, H., Sun, W., Hoffmann, A., Wolfrum, C., Rydén, M., Mejhert, N., Blüher, M., & von Meyenn, F. (2024). Obesity induces persistent epigenetic remodeling in adipose tissue promoting weight-regain susceptibility. Nature. https://www.nature.com/nature/articles
  2. Johansen, V. B. I., & Clemmensen, C. (2024). The biological defense of body weight: neuroendocrine adaptations driving weight regain after dieting. University of Copenhagen – Metabolic Research Group. https://research.ku.dk/
  3. Rosenbaum, M., & Leibel, R. L. (2010). Adaptive thermogenesis in humans. International Journal of Obesity, 34(S1), S47–S55. https://doi.org/10.1038/ijo.2010.184
  4. Sumithran, P., & Proietto, J. (2013). The defence of body weight: a physiological basis for weight regain after weight loss. Clinical Science, 124(4), 231–241. https://doi.org/10.1042/CS20120223
  5. Shen, W., & Wang, Z. (2021). Adipose tissue memory and metabolic health. Metabolism, 123, 154846. https://doi.org/10.1016/j.metabol.2021.154846

Por Mariano Rodríguez Pastor

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