A pesar de su tamaño microscópico, el Helicobacter pylori, más conocido como H. pylori es una de las bacterias más relevantes en la historia de la medicina moderna, se estima que más del 50% de la población mundial tiene su estómago colonizado por esta bacteria, lo que la convierte en la infección bacteriana crónica más común entre los seres humanos, y aunque muchos conviven con ella sin presentar síntomas, sus efectos en ciertos casos pueden ser graves.

Los estudios genéticos revelan que H. pylori ha acompañado al ser humano desde que comenzamos nuestra migración desde África, fue descubierta en 1983, pero se cree que puede llevar en el organismo de los seres humanos desde hace miles de años, ya que su presencia se evidenció en el examen de heces realizado a momias pre incaicas de 1.700 años de antigüedad. Su capacidad de adaptación al ambiente hostil del estómago humano es sorprendente, a pesar de la acidez extrema del estómago (pH inferior a 4), esta bacteria ha desarrollado mecanismos sofisticados para sobrevivir.

Una de sus estrategias más efectivas es la producción de sustancias que neutralizan los ácidos gástricos, creando una especie de “nube protectora” que le permite desplazarse por el estómago, además, logra atravesar la capa de moco protectora del estómago y adherirse a la mucosa, una zona menos ácida, donde puede instalarse de forma más segura.

Aunque aún no se comprende completamente su modo de transmisión, se sabe que puede pasar de una persona infectada a otra sana mediante contacto con vómito o heces, generalmente a través de agua o alimentos contaminados, la transmisión es más frecuente en países con deficiencias en saneamiento básico, donde el agua potable puede estar contaminada, niños que nadan en ríos, consumen verduras crudas o beben agua no tratada tienen más riesgo de infectarse.

Sorprendentemente, incluso en hogares con buenas condiciones de higiene, la bacteria puede pasar fácilmente entre familiares, lo que ha llevado a cuestionar si la vía fecal-oral es la única responsable, aunque se ha detectado H. pylori en la saliva y en la placa dental, no hay pruebas concluyentes de que la saliva sea un vehículo efectivo de transmisión.

La mayoría de las personas infectadas con H. pylori no presentan síntomas, sin embargo, en algunos casos, la bacteria daña la mucosa del estómago, debilitando la capa protectora de moco y dejando al órgano expuesto a su propia acidez, esto puede desencadenar: Gastritis, duodenitis, úlcera gástrica y duodenal, cáncer de estómago, linfoma gástrico tipo MALT.

Los síntomas más comunes cuando hay afectación gástrica son dolor en la parte superior del abdomen, sensación de plenitud después de la ingesta aun en pequeñas cantidades, dificultad al tragar, náuseas, vómitos y heces oscuras, es importante señalar que H. pylori no causa síntomas por sí sola, solo cuando se desarrollan gastritis o úlceras como consecuencia de la infección, aparecen molestias.

Debido a su alta prevalencia, no tiene sentido buscar H. pylori en todas las personas, el diagnóstico está indicado en aquellos que presentan síntomas digestivos persistentes o que pertenecen a grupos de riesgo, como familiares de pacientes con cáncer gástrico, existen diversas pruebas para detectar la bacteria: Endoscopia con biopsia y prueba de ureasa, prueba de aliento, prueba de antígeno en heces, la endoscopia es útil no solo para confirmar la infección, sino también para evaluar el estado del estómago. Las pruebas no invasivas son preferidas en pacientes sin síntomas graves o como seguimiento después del tratamiento.

Tratar a toda la población infectada sería poco práctico y podría llevar al desarrollo de cepas resistentes, por eso, solo se trata a quienes presentan síntomas o se encuentran en grupos de riesgo. Las indicaciones actuales incluyen: Gastritis o úlceras confirmadas, linfoma gástrico MALT, anemia por deficiencia de hierro sin causa clara, familiares directos de personas con cáncer gástrico, púrpura trombocitopénica idiopática, pacientes con uso prolongado de antiinflamatorios que han tenido sangrado gástrico. El tratamiento clásico se basa en una triple terapia durante 14 días: un inhibidor de bomba de protones como protector no absorbible y una combinación de antibióticos.

Una vez erradicada, la reinfección por H. pylori es poco común, especialmente en adultos, las recurrencias suelen indicar que el tratamiento inicial no fue efectivo, la resistencia bacteriana y el incumplimiento del tratamiento son factores importantes en estos casos, la mejor prevención sigue siendo el acceso a agua potable o no tratada, buenas condiciones de higiene y la identificación y tratamiento de los casos activos dentro de las familias.

El Helicobacter pylori es una bacteria con una asombrosa capacidad de adaptación y un impacto significativo en la salud gastrointestinal, aunque muchas personas conviven con ella sin presentar síntomas, su presencia puede desencadenar enfermedades graves en determinados contextos, el conocimiento de sus formas de transmisión, diagnóstico adecuado y tratamiento selectivo son fundamentales para manejar esta infección de manera eficaz sin contribuir al desarrollo de resistencia antibiótica.

Por Mariano Rodríguez Pastor

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