La homeopatía es una terapia complementaria basada en el principio de similitud, según el cual una sustancia que provoca síntomas en una persona sana puede, en dosis muy diluidas, estimular la capacidad de autocuración del organismo. Utilizada dentro del ámbito de la medicina natural, busca aliviar distintos trastornos sin efectos secundarios, y es compatible con tratamientos médicos convencionales.
A menudo, la homeopatía despierta recelos. Algunos la ven como algo misterioso o confuso, como si hiciera falta ver siempre la “campana” cuando oyes campanadas. Pero lo cierto es que hay realidades que se perciben incluso sin verlas directamente: basta un sorbo de agua del mar para saber que está salada, aunque no veamos la sal flotando.
No escribo esto desde la teoría, sino desde la práctica: llevo utilizando la homeopatía como complemento de mi disciplina terapéutica —que incluye acupuntura, dietética y nutrición— desde mis inicios como terapeuta. Siempre con criterio y respeto hacia la persona que tengo delante. ¿Placebo o realidad?Se dice que la homeopatía solo funciona porque el paciente cree en ella. Pero entonces, ¿cómo explicar su uso en animales o en plantas? ¿También ellos se sugestionan?
La homeopatía se emplea en veterinaria y en botánica con fines concretos. No siempre funciona, eso es verdad. Pero eso mismo ocurre con muchos tratamientos farmacológicos. Y hay algo que marca la diferencia: la homeopatía bien aplicada no deja efectos secundarios. El terreno sobre el que se aplica importa mucho. Cuanto más limpio y menos alterado esté el organismo, mayor será su eficacia. Por eso es especialmente útil en niños y adolescentes. En pacientes adultos, polimedicados, la utilizo como apoyo, respetando siempre los tratamientos médicos prescritos. La compatibilidad con la medicina convencionalLa homeopatía no pretende sustituir a la medicina alopática. De hecho, cualquier profesional serio en este ámbito respetará siempre las pautas marcadas por médicos o especialistas.
El objetivo no es competir, sino colaborar. Si algo caracteriza a la homeopatía, es su capacidad de integrarse como un acompañamiento terapéutico respetuoso y compatible, que busca restaurar la salud y la armonía del paciente. Samuel Hahnemann y el principio de similitudCristian Federico Samuel Hahnemann nació en Meissen, Alemania, el 10 de abril de 1755. Estudió medicina en la Universidad de Leipzig, y para costearse sus estudios trabajaba como traductor.
Fue precisamente traduciendo un libro del escocés William Cullen cuando se topó con un pasaje sobre la corteza de quina, utilizada para tratar el paludismo. Decidió probarla en sí mismo. Al poco tiempo, empezó a presentar síntomas parecidos a los del paludismo: escalofríos, fiebre, dolores… Con ese experimento, confirmó una idea que ya Hipócrates había enunciado siglos antes: lo similar cura lo similar. Hahnemann siguió investigando sustancias, recopilando síntomas, relacionando remedios con enfermedades. En 1810 publicó “El amigo de la higiene” y poco después, “El Órganon del arte de curar”. Desde París, su propuesta terapéutica empezó a extenderse por el mundo. Conclusión personalNo escribo esto para convencer a nadie, ni para abrir debates estériles. Es solo mi experiencia y mi manera de entender la práctica clínica, basada en la escucha, el respeto y la observación.
Mis pacientes son personas, no casos clínicos. Y cuando algo ayuda —aunque sea poco, aunque sea suave— sin hacer daño, lo integro. Porque el fin último es siempre el mismo: ayudar a recuperar la salud. “Si la homeopatía es una quimera o un sistema sin valor, caerá por sí sola. Pero si representa un progreso, se extenderá a pesar de todo. Y la ciencia, si es honesta, debería ser la primera en desearlo.” Reflexión inspirada en el espíritu de Hahnemann.
✍️ ¿Quién no recuerda la “crisis periférica” (2010–2016)? No fue la primera que llevaba a cuestas, pero sí una de las más duras: marcó prácticamente la desaparición de la clase media. Pasé de no tener tiempo a tener todo el del mundo. Sabía, como en otras ocasiones, que era cuestión de tiempo. Mi experiencia profesional me daba esa serenidad.
Aproveché ese periodo para transcribir artículos que había escrito años atrás con mi vieja Olivetti, los fotocopiaba en la copistería del barrio y los dejaba en la sala de espera, para quien quisiera leerlos o llevárselos.
A finales de 2012 empecé a publicarlos en mi blog. Hoy los recupero con respeto, como testimonio de una época y de un camino recorrido, revisados y actualizados 2025 en la categoría “Mis primeros artículos”.