Bodegón de alimentos saludables, libro abierto y taza de té, simbolizando el equilibrio entre alimentación, emociones y bienestar.
La ghrelina, conocida como “la hormona del hambre”, es una sustancia producida principalmente en el estómago que estimula el apetito, regula la saciedad y está estrechamente relacionada con el estado emocional y el estrés. Sus niveles aumentan antes de las comidas y disminuyen tras la ingesta. Factores como el volumen gástrico, el equilibrio hormonal y el bienestar psicológico influyen en su secreción y en nuestro comportamiento alimentario.

Introducción: ¿Por qué comemos como comemos?

¿Cuántas veces hemos escuchado frases como “siempre estoy a dieta”, “los nervios me dan por comer” o “cuando me dejo el régimen, engordo el doble”? Son comentarios cotidianos que esconden una realidad compleja: el apetito no es solo una cuestión de voluntad, sino el resultado de un delicado equilibrio entre cuerpo y mente.

Mujer valorando dos opciones de comida, simbolizando la regulación emocional del apetito

El apetito es una función natural que responde a cuatro factores: hambre, saciedad, deseo y sensación de bienestar. Mientras que hambre y saciedad pertenecen al terreno fisiológico, el deseo y el bienestar se anclan en lo psicológico.

Como decía Hipócrates: “Que el alimento sea tu medicina”, aunque no es fácil lograrlo en un mundo donde el estrés, la ansiedad y los ritmos de vida alteran esta armonía. La comida, para muchos, se convierte en un refugio emocional.

El papel de la acupuntura y la auriculopuntura

Terapias como la acupuntura y la auriculopuntura pueden ayudar a recuperar ese equilibrio perdido. Ambas técnicas favorecen la liberación de neurotransmisores que inducen bienestar y reducen la necesidad de recurrir a la comida como consuelo. Cuando cuerpo y mente están en armonía, el hambre compulsiva disminuye naturalmente.

«Quien se encuentra bien, no siente hambre no justificada, y menos aún hambre convulsiva.»

Ghrelina: la hormona que abre el apetito

Según la Organización Mundial de la Salud, el sobrepeso y la obesidad son problemas crecientes a nivel global, incluso en la infancia. Parte de esta situación se explica por los desequilibrios en el sistema regulador del hambre, en el cual la ghrelina juega un papel fundamental.

La ghrelina es una hormona sintetizada en el tracto digestivo, especialmente en el fundus del estómago. Entre sus funciones:

  • Estimula el apetito actuando sobre el sistema nervioso central.
  • Aumenta la secreción de hormonas como la prolactina, la hormona del crecimiento y la adrenocorticotropa.
  • Interactúa con las orexinas A y B, que inducen la necesidad de comer.
  • Incrementa la motilidad y la acidez gástrica antes de la comida.
Se ha demostrado que los niveles de ghrelina suben antes de las comidas y caen después de comer, actuando como señal de inicio y cese del acto alimentario.

Cuando el sistema se desajusta

Alteraciones en los centros cerebrales del hambre y la saciedad (ubicados en el hipotálamo) pueden llevar a comportamientos alimentarios desordenados. Lesiones, estrés crónico, alteraciones del sueño o cambios emocionales pueden modificar la producción de ghrelina, favoreciendo el hambre emocional.

Frases como “cuando empezó a irle mal, se comía hasta las piedras” o “los nervios me dejan sin ganas de comer” ilustran esta interacción entre estado emocional y apetito.

Además, factores mecánicos, como el volumen de la cavidad digestiva, también influyen: tras intervenciones como la reducción de estómago o el uso de balón intragástrico, la capacidad de recepción de alimento disminuye, lo que conlleva una menor producción de ghrelina y facilita la aparición precoz de la saciedad.

Más allá de la comida: emociones y hormona del hambre

Un reciente estudio del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), publicado en PLoS One, demostró que la ghrelina actúa en circuitos neuronales implicados tanto en el apetito como en el manejo del estrés.

Esto explica por qué emociones negativas pueden alterar el apetito: cuando se inhibe excesivamente la secreción de ghrelina (por dietas extremas o productos milagro), no solo se suprime el hambre, sino también mecanismos de regulación emocional, lo que puede llevar a ánimo negativo y sufrimiento mental.

De ahí la dificultad de recurrir a soluciones simplistas para el control del peso sin tener en cuenta el contexto emocional y fisiológico de cada persona.

Conclusión: hacia un enfoque integrador

Comprender el papel de la ghrelina y su interacción con nuestras emociones nos permite abordar la regulación del peso de una manera más respetuosa con el cuerpo y la mente.

Terapias como la acupuntura, una dieta equilibrada y la gestión del estrés son aliados valiosos para restaurar la armonía interna.

Como decía Epicteto:

«La primera satisfacción del apetito debe servir siempre como medida tanto para el comer como para el beber, y el apetito mismo es la salsa y el placer.»

✍️ ¿Quién no recuerda la “crisis periférica” (2010–2016)? No fue la primera que llevaba a cuestas, pero sí una de las más duras: marcó prácticamente la desaparición de la clase media. Pasé de no tener tiempo a tener todo el del mundo. Sabía, como en otras ocasiones, que era cuestión de tiempo. Mi experiencia profesional me daba esa serenidad.
Aproveché ese periodo para transcribir artículos que había escrito años atrás con mi vieja Olivetti, los fotocopiaba en la copistería del barrio y los dejaba en la sala de espera, para quien quisiera leerlos o llevárselos.
A finales de 2012 empecé a publicarlos en mi blog. Hoy los recupero con respeto, como testimonio de una época y de un camino recorrido, revisados y actualizados 2025 en la categoría “Mis primeros artículos”.

Por Mariano Rodríguez Pastor

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