Harvard y el “Healthy Eating Plate”: crítica a una dieta saturada
En ningún país son más visibles los estragos de la llamada dieta occidental que en Estados Unidos. Una alimentación basada en carnes, procesados, azúcares y calorías vacías. “Un montón de todo menos fruta y verdura”, como ironizaba Michael Pollan. Los resultados están a la vista: obesidad, diabetes, enfermedades cardíacas, cáncer…
Una forma de alimentarse, un modo de vivir
El 16 de noviembre de 2010, la UNESCO declaró la dieta mediterránea como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. No fue un simple reconocimiento nutricional, sino un homenaje a un estilo de vida compartido por generaciones. La candidatura fue presentada por España, Italia, Grecia y Marruecos, países donde comer todavía era —al menos entonces— un acto social, cultural y profundamente humano. Más allá de los beneficios fisiológicos, la dieta mediterránea refleja un equilibrio: entre el ser humano y la naturaleza, entre la comida y el tiempo, entre la familia y la cocina. Su fuerza reside en ese tejido invisible que une al individuo con su entorno. Porque no se puede transmitir lo que no se vive.¿Nos estamos alejando?
El problema es que ese modo de vida también se está perdiendo. España, como otros países mediterráneos, ha empezado a mirar demasiado al modelo anglosajón. El ritmo acelerado, la presión publicitaria y la comodidad de lo ultraprocesado han ido desplazando las legumbres, los guisos lentos, el pan de verdad o el pescado fresco. Ahora, cuando más evidencias tenemos de los beneficios de este estilo de vida, más abstracto se vuelve el concepto de dieta mediterránea. Y mientras las estadísticas de obesidad y enfermedades cardiovasculares crecen, lo que antes era cotidiano se convierte en exótico.Volver a lo esencial
¿Y en qué consiste realmente esta dieta que todo el mundo menciona pero pocos practican? Sus pilares siguen siendo los mismos:- Aceite de oliva virgen extra como principal grasa culinaria.
- Abundancia de frutas, verduras, hortalizas y legumbres.
- Pan y cereales integrales, con moderación.
- Pescado azul, aves de corral y huevos en lugar de carnes rojas.
- Lácteos fermentados en pequeñas cantidades.
- Frutos secos y semillas.
- Agua como bebida principal y un poco de vino en las comidas, si se desea.
- Horarios pautados y orden en las comidas.
Conclusión: recuperar lo que nunca debimos perder
La dieta mediterránea no necesita ser redescubierta, sino reencontrada. No hace falta contar calorías ni obsesionarse con porcentajes. Basta con comer como lo hacían nuestros abuelos: sin prisa, con comida real, con gratitud. La ciencia la avala. La cultura la honra. Y nosotros, simplemente, debemos vivirla.Si te interesa seguir profundizando en el tema de los hábitos alimentarios modernos, puedes leer también este artículo sobre las dietas proteicas: beneficios, riesgos y errores.
✍️ ¿Quién no recuerda la “crisis periférica” (2010–2016)? No fue la primera que llevaba a cuestas, pero sí una de las más duras: marcó prácticamente la desaparición de la clase media. Pasé de no tener tiempo a tener todo el del mundo. Sabía, como en otras ocasiones, que era cuestión de tiempo. Mi experiencia profesional me daba esa serenidad.
Aproveché ese periodo para transcribir artículos que había escrito años atrás con mi vieja Olivetti, los fotocopiaba en la copistería del barrio y los dejaba en la sala de espera, para quien quisiera leerlos o llevárselos.
A finales de 2012 empecé a publicarlos en mi blog. Hoy los recupero con respeto, como testimonio de una época y de un camino recorrido, revisados y actualizados 2025 en la categoría
“Mis primeros artículos”.