Pareja mayor sentada en un restaurante, mirándose con amor y ternura, mientras un camarero los observa con una expresión de respeto y calidez
La agresividad es una respuesta natural que puede adoptar múltiples formas, desde una energía explosiva hasta un repliegue silencioso. Este artículo explora sus manifestaciones, su base biológica y los factores sociales y emocionales que influyen en su desarrollo.

Agresividad: una reacción con muchas caras

La agresividad no siempre es lo que parece. No se limita al grito, al golpe o a la amenaza. Existe también una forma más callada, más solapada, que se expresa en estados como la tristeza, la ansiedad o el retraimiento. En función de su naturaleza, podríamos hablar de agresividad de alta o baja actividad.

La variante activa suele implicar comportamientos impulsivos o de riesgo: decisiones económicas temerarias, adicciones, trastornos como la anorexia o el alcoholismo. En cambio, la variante pasiva tiende a asociarse con estados de abatimiento: depresión, fracaso sentimental o melancolía. Ambas son formas de respuesta ante una realidad interna que a veces desborda.

Escena doméstica tras una explosión de agresividad, con objetos rotos y desordenados

Supervivencia y desbordamiento emocional

Todos tenemos un instinto de supervivencia, y la forma en que respondemos ante situaciones límite puede ser imprevisible, incluso para nosotros mismos. La intensidad de esa respuesta puede medirse: desde gestos irascibles hasta la confrontación física. Y si observamos la sociedad actual, parece claro que la agresividad se ha vuelto más visible.

Violencia de género, acoso infantil, atentados, guerras. Las respuestas violentas se han normalizado. Ya no se pone la otra mejilla ni se confía en el diálogo como solución. La violencia se ha convertido en la expresión desesperada de una energía interna mal gestionada.

La energía se transforma, no se elimina

Fisiológicamente, cuando alguien se altera, su cuerpo genera calor. El calor es energía. Y la energía, como decía la física clásica, ni se crea ni se destruye, solo se transforma. ¿Cómo se canaliza esa energía?

Las variantes activas tienden a buscar salidas físicas de gran descarga: deportes de impacto, riesgo o contacto (fútbol, boxeo, puenting). Las variantes pasivas encuentran más alivio en disciplinas de autorregulación como el yoga, la meditación o el taichí. Pero cuidado: si alguien con perfil activo se lanza a hacer meditación sin estar preparado, a corto plazo puede acabar con dolor de cabeza… y a largo plazo, con una úlcera de estómago.

La genética de la agresividad

Hace más de veinte años, el genetista Hans Brunner descubrió una variante de un gen llamado MAOA en el cromosoma X. Las mujeres, al tener dos cromosomas X, pueden presentar dos versiones distintas de este gen. Los hombres, al tener un solo X, solo presentan una.

Esta variante se relacionó por primera vez con comportamientos agresivos. Más tarde, el investigador Kevin Beaver encontró que los niños portadores de una determinada forma del MAOA eran más proclives a integrarse en grupos conflictivos o a usar armas. Sin embargo, un tercio de quienes portan este gen nunca muestran conductas agresivas.

El MAOA actúa como una especie de sistema de eliminación de residuos neuronales. Si trabaja en exceso, el organismo reacciona produciendo más neurotransmisores como serotonina, dopamina o noradrenalina. Si estos químicos no se equilibran correctamente, pueden alterarse las respuestas emocionales.

Una red de genes implicados

Una investigación internacional publicada en Molecular Psychiatry ha identificado hasta cuarenta genes relacionados con la conducta agresiva en humanos y ratones. El trabajo ha sido liderado por expertos en genética de la Universidad de Barcelona y otras instituciones internacionales.

La agresividad, según este estudio, es un rasgo biológico con valor adaptativo evolutivo: acceso a recursos, defensa, reproducción. Pero también se ve condicionada por factores ambientales que modulan su expresión.

Genes como RBFOX1, que regula a otros quince genes implicados, o el propio MAOA, que participa en la síntesis de neurotransmisores, se postulan como nodos clave en las redes génicas que influyen en este tipo de conductas. Algunos de estos genes también están relacionados con tratamientos psiquiátricos actuales como los ISRS (inhibidores de recaptación de serotonina).

Agresividad y trastornos asociados

Según el estudio, existe cierta correlación genética entre la agresividad y trastornos como el TDAH o la depresión mayor. Sin embargo, no se han hallado vínculos significativos con la esquizofrenia, el trastorno bipolar, el autismo o el estrés postraumático. Esto sugiere que no todos los trastornos mentales comparten las mismas raíces genéticas con la agresividad.

Los datos se han obtenido mediante estudios genómicos en humanos y modelos animales. En ratones, incluso se han observado conductas agresivas al inactivar ciertos genes, lo que refuerza su posible papel en la modulación del comportamiento.

Mirada social y posibilidad de cambio

El informe de la OMS de 2002, citado por Nelson Mandela, recordaba que la violencia no es un destino inevitable. Puede prevenirse. Gobiernos, instituciones y personas pueden contribuir a modificar el entorno social que favorece la violencia.

En 2014, la propia OMS reiteró este mensaje: la prevención es posible, y la investigación científica, cada vez más precisa, puede ayudarnos a entender y frenar la escalada de agresividad que marca buena parte del siglo XXI.

Reflexión final

La agresividad no es un defecto. Es una respuesta, una energía, una manifestación de lo humano. Comprender sus causas, atender sus signos y ofrecer vías de expresión saludables puede ser una de las claves para convivir con ella sin que se convierta en violencia. Porque si algo demuestra la historia, es que el mundo no necesita más destrucción, sino más comprensión.

“Cuando se alcanza el verdadero conocimiento, entonces la voluntad se hace sincera, cuando la voluntad es sincera, entonces se corrige el corazón…”

✍️ ¿Quién no recuerda la “crisis periférica” (2010–2016)? No fue la primera que llevaba a cuestas, pero sí una de las más duras: marcó prácticamente la desaparición de la clase media. Pasé de no tener tiempo a tener todo el del mundo. Sabía, como en otras ocasiones, que era cuestión de tiempo. Mi experiencia profesional me daba esa serenidad.
Aproveché ese periodo para transcribir artículos que había escrito años atrás con mi vieja Olivetti, los fotocopiaba en la copistería del barrio y los dejaba en la sala de espera, para quien quisiera leerlos o llevárselos.
A finales de 2012 empecé a publicarlos en mi blog. Hoy los recupero con respeto, como testimonio de una época y de un camino recorrido, revisados y actualizados 2025 en la categoría “Mis primeros artículos”.

Por Mariano Rodríguez Pastor

M. Rodríguez Dietética Acupuntura es una Web de terapias complementarias, consejos e información, Acupuntura MTC, Auriculopuntura, Naturopatía, Homeopatía, Dietética y Nutrición.